-Y el otro día,
no sabés lo que me pasó…Tuve que ir por aquello que te dije.
-¿Lo qué?
-Aquello que
estaba haciendo. Llego ahí, a un lugar...
-¿Y?
-Nada, y vino
uno.
-¿Solo?
-No, no. Venía
con otro. Y me dice: “que esto que lo otro”, “que patatín que patatán”... Y yo
le digo: “¿que patatín que patatán, qué?”
-Sí, no te ibas
a quedar callado.
-No, más bien. Y
le digo, le contesto, que no podía ser, que lo que él decía, nada que ver... Y
viste cómo es.
-Sí, más bien.
-Y me dice que
aquella no sé qué y que bla bla bla.
-¡Pah!
-Seguro, ahí no
se podía más.
-¿Y el tipo?
-Y el tipo dele
y dele, no aflojaba. Y le digo “¿Cuál es?”. “Cuál es ¿qué?”, me dice.
-¿Y achicaste?
-No, y ahí le
dije que se acordara, “que acordate lo que vos dijiste los otros días”. Porque
yo había traído una cosa ahí, y el loco nada, violín en bolsa.
-Mhu.
-Y empezó el
otro, “que pin que pan” “qué cómo puede ser”. Entonces
empiezo otra vez, con el otro ahora, y le digo “que esto y que aquello”, “que
vos quién sos”, “yo soy el otro” me dice.
-Te chantó.
-No, pará. “¿El
otro, qué?”, le digo. “Yo vine acá, a un lado, a hablar con uno”. “¿A hablar de
qué?”, me dice. “De una cosa”, le digo.
-¡Ah, macho!
-Sí, Yo qué sé.
-Ta bien.
-Sí.
-Sí.
-Le cantaste la justa. Con precisión.
-Y sí, a mí me
gustan las cosas claras.